Organizar la cena de Nochebuena es tarea apetecible pero no siempre sencilla.
A tener en cuenta, una variedad de factores que incluyen los cinco sentidos: lo que vamos a tomar, las bebidas, la mantelería, la luz, el incienso o la música de fondo.
Todo es importante para el resultado final: el lugar donde se celebra, la vajilla, las copas y vasos, la cubertería, la decoración y el menú. Pero sobre todo, el buen humor, ingrediente principal de todas las salsas que aconsejaríamos.
En el punto 10 está el mejor villancico del mundo. Si lo escuchan, comprenderán por qué. Disfrutemos de estos día.
A continuación ofrecemos las diez claves para una celebración perfecta:
1.Estilo y tono
No es igual pasar la Nochebuena en un piso en el centro de una ciudad, que en un pueblo o en el Campo, con chimenea y olor a tierra mojada.
En cada caso, se impone la lógica de ambientar la cena con un estilo «ad hoc», rústico o más sofisticado.
Recomendamos centros de mesa hechos con frutas de temporada, como uvas de varios tonos, hojas y frutas pequeñas. Esta decoración durará y acabará siendo un detalle apetecible.
2. La Luz
La profusión de velas añade la luz delicada y sinuosa que da el toque final. Se pueden utilizar faroles marroquíes con velas votivas en el interior, como manera de proteger las velas y magnificar la luz.
3. Aromas y Colores de Navidad
El primer sentido que se estimula y el que más nos afecta de manera inconsciente es el olfato. Estos días suelen traer recuerdos de olores a canela, dulces o leña.
Los ambientadores e inciensos de fragancias navideñas son variadísimos, pero aún más curiosos y disponibles los ambientadores naturales: tal es el caso de las naranjas, con especia de clavo pinchadas. Otra opción es cocer en canela en rama con un poco de azucar o miel para que el olor se extienda por toda la casa.
4.Tacto
Los manteles dan el tono a toda una mesa. Repetimos que la Navidad es el momento de utilizar todas las «joyas de la corona». Saquemos del armario de la mantelería los manteles heredados, las servilletas con monograma y todas las piezas del baúl de los recuerdos. Recordaremos historias encantadoras. Los manteles blancos son un valor seguro. Los rojos, muy cálidos para estos días.
El mantel debe caer unos 20 o 25 centimetros por cada lado de la mesa. Bajo el mantel se puede colocar un muletón o protector, que proteja la mesa y amortigue el sonido de los platos: es el secreto por el que una mesa se «nota» más vestida, como en un buen restaurante.
Las servilletas se colocan a la derecha del plato. Si no hay mucho sitio y no hay tazas de consomé, tambien se pueden colocar sobre el plato. Hay mil maneras tremendamente cursis de doblarlas. Aconsejamos presentarlas de forma rectangular o triangular.
5.Cristaleria
Han cambiado mucho las tendencias en cristalería. Hace décadas, era parte importante de un ajuar y elegida con mucha atención: se preferían las copas muy labradas, el cristal de Bohemia, con tamaños muy diferentes y a veces coloreadas. La norma es de nuevo, seguir la lógica de uso: los vasos y copas se sitúan en la parte superior derecha de su plato correspondiente, para tener facil acceso desde la mano derecha. Su uso suele ser también desde la derecha hacia la izquierda del plato.
Primero se sitúa la copa de la bebida que se ofrezca con el aperitivo. En algunos lugares se sitúa aquí la copa de champagne. A su izquierda, la de vino blanco, habitualmente más pequeña ya que el blanco se sirve en menor cantidad para que no se caliente. Este vino acompañará a entradas o pescados. A continuación, se sitúa la copa de vino tinto, más grande, que se sirve normalmente con las carnes o los platos principales potentes.
Más a la izquierda, se coloca el vaso o copa para el agua, historicamente la de mayor tamaño aunque recientemente la moda es usar las copas más grandes - tipo Borgoña - para el vino tinto.
Si se sirve champagne, la copa aflautada se puede situar a la izquierda de la del agua, a la derecha de todas o bien tras las copas principales, ya que en España solemos tomarlo al final del todo. La copa de champagne es fácilmente identificable y puede variarse más su posición.
Algo similar ocurre con las copas de licores, aunque normalmente éstas -al igual que las de cocktails o los vasos de whisky- no se ponen en la mesa hasta los postres.