Identifican una parte de África en Norteamérica

El movimiento continuo de las placas tectónicas, los fragmentos en los que está "rota" la corteza terrestre, ha formado ya, en la larga historia de la Tierra, varios supercontinentes, que se han fragmentado después en continentes más pequeños que, a su vez, volvieron (y volverán) a unirse en un ciclo de transformación de la geografía planetaria que no tiene fin.
El empuje incesante de la nueva corteza, que se forma continuamente en las profundidades marinas, a lo largo de las dorsales oceánicas, va llevando a los continentes a chocar entre sí para formar nuevos continentes que, de alguna manera, no son más que "puzzles" hechos de pequeñas piezas que proceden de otros continentes más antiguos.
Averiguar el origen y la composición de la corteza continental formada y modificada por estos eventos tectónicos es algo que resulta vital para la comprensión de la geología de la Tierra y, de paso, para afinar en la búsqueda de petróleo, gas o minerales como el oro.
En muchos casos, las rocas involucradas en estas colisiones y episodios siguen enterradas bajo la superficie de la Tierra, por lo que los geólogos deben utilizar mediciones geofísicas para estudiarlas.
Ahora, un grupo de geólogos de la Universidad de Georgia, encabezados por Elías Parker Jr., ha estudiado una franja de magnetismo por debajo de lo normal (conocida como la Anomalía Magnética de Brunswick) que que se extiende desde Alabama a través de Georgia y que recorre la costa de Carolina del Norte.
La causa de esta anomalía magnética está sujeta a un intenso debate. Muchos geólogos la atribuyen a un "cinturón" de rocas volcánicas que, hace 200 millones de años, invadió el Océano Atlántico.
Si es correcto, la anomalía Magnética de Brunswick marcaría el punto en el que la actual América del Norte se separó del resto de Pangea cuando aquél supercontinente empezó a romperse. Pero Parker y su equipo proponen una solución diferente al problema.
