Tres celebridades incómodas para la diplomacia estadounidense

Sea por ingenuidad o por negocio, o por ambas, algunas estrellas de la sociedad estadounidense han fallado en el cálculo político al momento de prestarse para campañas o actividades con regímenes que son cuestionados por la Casa Blanca.
Es el caso de Scarlett Johansson, Dennis Rodman y Kim Kardashian. Scarlett Johansson, imagen de la ocupación israelí en Palestina La reconocida actriz estadounidense pasó de ser embajadora honorífica de la ONG Oxfam –dedicada a luchar contra la pobreza en los territorios ocupados palestinos y otros lugares- a ser vista como un ícono del régimen de ocupación ilegal impuesto por Israel en Palestina.
Johansson accedió a participar en una campaña publicitaria de SodaStream, una empresa de refrescos israelí que tiene una de sus fábricas en una de las colonias más grandes ubicadas en Cisjordania, la de Maale Adumin, donde viven cerca de 35 mil colonos. Oxfam rechazó la participación de Johansson en los comerciales.
La ONG dijo que, si bien "respeta la independencia de sus embajadores (...) las empresas que operan desde asentamientos israelíes agravan la pobreza y las violaciones de los derechos de las comunidades palestinas" a las que la organización apoya".
"Oxfam se opone a cualquier actividad comercial que provenga de estos asentamientos, ilegales conforme al Derecho Internacional", decía el comunicado de la ONG.
La ocupación (que incluye la construcción del muro que serpentea por Cisjordania, los caminos exclusivos para israelíes que fragmentan el territorio palestino, la explotación de los recursos palestinos y, por supuesto, la construcción de colonias) ha sido condenada por varias resoluciones de la ONU.
La Corte Penal Internacional considera los asentamientos un crimen de guerra. Johansson, ahora imagen de esa ocupación ilegal, se retiró de su cargo como embajadora de Oxfam después de estar ahí durante ocho años.
Alegó "diferencias fundamentales de opinión" y defendió que las empresas que trabajan en los asentamientos suponen un ejemplo de cooperación económica entre israelíes y palestinos, pero en sus declaraciones olvidó reconocer que Maale Adumin es una colonia ilegal, reconocida como tal por la ONU.
Gracias a su renuncia, Johansen recibió un "Óscar simbólico" por no promover el boicot contra Israel, por parte del ministro de exteriores Avigdor Lieberman, un representante de la extrema derecha en su país.
Además, empezó a planearse su primera visita a ese país: "Nunca ha estado en Israel. Esperamos recibirla este mismo año", dijo el presidente de SodaStream, Yonah Lloyd, en medio de una campaña de organizaciones ultranacionalistas en favor de la actriz por su decisión. A Johansson no le salió muy bien la jugada.
Hoy le llueven críticas por parte de organizaciones de derechos humanos, activistas propalestinos y sobre todo el movimiento BDS (boicot, desinversión, sanciones) –dedicado a bloquear cualquier colaboración con empresas, organismos o instituciones con presencia en las colonias israelíes en territorio ocupado-.
Pareciera que a la actriz omitió algunos cálculos cuando decidió de favorecer a un poder ocupante que, según una opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia, incurre en flagrantes violaciones a sus obligaciones en materia de derecho internacional. A SodaStream tampoco le resultó en ganancia: sus acciones en la Bolsa de Nueva York se han hundido en los últimos días.
Y para el Departamento de Estado no fue nada cómodo. Si algo ha criticado EE.UU. de su fiel aliado, Israel, es la construcción de asentamientos en los territorios palestinos. El conflicto palestino–israelí tiene muchas aristas, pero es esencialmente territorial.
La retirada de Israel de su ejército y los cerca de medio millón de colonos que ha trasladado a los territorios ocupados es una de la exigencias del Estado palestino para firmar la paz. John Kerry, el secretario de Estado estadounidense, es el principal impulsor de las negociaciones que están en curso entre Tel Aviv y Rammallah.
