Salones de belleza; un fenómeno económico y social cotidiano
El Promipyme ha prestado casi RD$141.2 millones a 2,031 salones de belleza, una actividad que fortalece los ingresos domésticos y tiene alta incidencia en la economía general. Una investigación de FondoMicro calculó para 2005 en 55,000 los negocios de este tipo existentes en República Dominicana Salones de belleza un fenómeno económico y social insertado en lo cotidiano.
¿Constituye una manifestación de irracionalidad la proliferación de salones de belleza en un país pobre? ¿Son aún más irracionales las infaltables visitas semanales al salón y la cuota del presupuesto familiar destinadas al embellecimiento del cabello? O sencillamente, ¿por qué las dominicanas van tanto al salón, superando con creces las visitas que hacen mujeres de otras nacionalidades?
Una investigación de FondoMicro busca responder a esas y otras preguntas en torno a estas microempresas que juegan un papel determinante, tanto en la economía nacional como en la vida personal de la mitad de la población dominicana. Un libro, Pelo bueno, pelo malo. Estudio antropológico de los salones de belleza en República Dominicana pone un contrapeso a algunos mitos existentes en torno al salón, tales como el gasto excesivo en belleza o la creencia de que las mujeres se alisan el pelo para negar su negritud.
Pero el motivo de la investigación va más allá de los aspectos culturales, al tomar en cuenta que se trata de un servicio que genera empleos al menos a un 5% de los hogares del país. Aunque cifra el número de salones de belleza en 55,000, el dato corresponde a un levantamiento realizado en 2005, cuando se verificó que el número de salones prácticamente se había duplicado en relación al año 2000; por lo que una nueva encuesta sobre microempresas podría arrojar para este 2013 datos muy superiores, según explica la socióloga Marina Ortiz, coautora de la obra mencionada, junto al antropólogo Gerald Murray.
La continua expansión urbana, la inserción laboral de la mujer y la búsqueda de alternativas frente a la escasez de puestos de trabajo, unidos al crecimiento del sector informal del empleo (que en el país se ubica en 55%) son algunos de los factores que influyen en el auge del sector, puesto que se trata de un servicio de mucha demanda. A pesar de esto, se hace difícil calcular cuánto dinero genera a la economía nacional.
“Cada vez hay más mujeres incorporadas de manera productiva al mercado laboral, y se espera de la mujer una ´presencia´. La mayoría de las mujeres van al salón el fin de semana para estar ´adecuadas´ para el trabajo el lunes. Eso genera una demanda importante del servicio. Pero otra cosa que influye es que tenemos conocimientos de la economía doméstica. La mujer utiliza esos conocimientos como una forma de generación de ingresos. Entonces, una de las opciones de cómo generar ingresos para aquellas que tienen ciertas destrezas es montar un salón”.
Se trata de negocios predominantemente femeninos: siete de cada diez salones son propiedad de mujeres, frente a un 24.8% que pertenecen a hombres (una tendencia de los últimos años y una cifra que además incluye barberías). Pero aun en aquellos salones de belleza donde los hombres son propietarios, su papel es básicamente administrativo: como empleados, constituyen menos de un 20%.
El Programa para la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (Promipyme), cuya cartera de clientes es también predominantemente femenina (en un 60%), ha otorgado hasta la fecha 2,031 préstamos para salones de belleza, de los que sólo 151 fueron solicitados por hombres. El monto total de estos préstamos asciende a RD$141,198,500.
Sin embargo, los datos estadísticos recopilados por FondoMicro para el estudio Pelo Bueno, Pelo Malo… indican que, por lo regular, los salones de belleza no son sujetos de crédito. Solo el 39.7% de los propietarios dijo haber recibido crédito, mientras que el 60.3% no había accedido a financiamiento.
Cuando consiguen crédito, sus fuentes principales son bancos (30.4%), prestamistas (23.5%), ONG y cooperativas (22%). La razón podría ser su alto componente de informalidad, señala la misma investigación, porque muchos salones operan en la misma casa donde reside su propietaria o trabajadora, en condiciones muy precarias.
Dulce María Suárez, una joven propietaria de dos salones de belleza, subalquila a un hermano el espacio de uno de los negocios ubicado en una plaza comercial, con el objetivo de ofrecer también el servicio de barbería. Un sábado a media mañana, despacha cabezas junto a cinco empleadas que asisten en las diversas labores: lavado y secado, manicuras, etc.
Ella y su clientela ríen cuando escuchan preguntas sobre cosas que les parecen muy obvias. Por ejemplo, ¿por qué hay dos niñas en su salón (una de seis años y otra de nueve)? Se trata de dos hermanas que han ido con su madre a lavarse y secarse el pelo.
“Hasta más pequeñas de ahí yo las atiendo. Me las han traído de un año”, explica Suárez. Y la niña de seis años lo justifica: “A mí me gusta venir, porque me ponen bonita”. Aunque su pelo no es crespo, el paso por el secador lo hará aún más lacio, si bien en la época de la peluquera se esperaba un poco más para eliminar los rizos. “Recuerdo mis rizos de cuando tenía 15 años. Pero me desrizaron, imagínate, eso era lo que se usaba en esa época”.
Ahora, refiere, existe una nueva tendencia entre las clientas: alisarse el pelo a base de productos menos lacerantes que el tradicional desrizado y a fuerza del calor del secado, una habilidad que distingue a las peluqueras dominicanas incluso en el plano internacional. El año pasado, una publicación del periódico The Wall Street Journal reseñaba la popularidad de las estilistas dominicanas en Estados Unidos, quienes estarían desplazando a las peluqueras afroamericanas en virtud de sus destrezas con el cepillo y el secador.
Algunas páginas en Internet se dedican a difundir el “dominican style”, como le denominan a estas destrezas, e incluso, a ubicar dónde están ubicados los salones de belleza de dominicanas.
Páginas como www.dominicansalons.com permiten localizar establecimientos en distintos puntos de la geografía estadounidense. En su registro, aparecen 788 de estos negocios. El fenómeno del “dominican style” se extiende también a otros países, como Haití o España, pero también a islas caribeñas. Además, genera un movimiento económico paralelo en el que los productos dominicanos para alisar el cabello ganan cada vez más mercado.
Mientras que en el país son más populares (y costosos) los productos extranjeros para alisar el cabello, fuera del país estos cosméticos son buscados tanto por dominicanas como persona de ascendencia africana. Su demanda se volvió tan relevante que originó todo un clúster de empresas para su exportación.
Según el Centro de Exportaciones e Inversión de la República Dominicana (CEI-RD), la exportación de productos como el rinse (enjuague), el champú, desrizados, alisados y brillantinas crecen de manera sostenida, siendo sus principales destinos Estados Unidos, Haití, Saint Marteen y Cuba. Las estadísticas están disponibles hasta 2010, pero sólo en ese año, los productos citados vendidos en el exterior reportaron US$2,519,016.
En el país se registra una tendencia a abandonar el desrizado, por los efectos nocivos sobre el cabello, pero esto no siempre significa dejarse el pelo crespo. No hay tal cosa como un cabello “natural”, porque incluso entre quienes optan por el pelo crespo, el mantenimiento de esta textura también implica inversión en tiempo, dinero y productos de belleza.
La investigación de Gerald Murray y Marina Ortiz sostiene que –más allá de la vanidad de las dominicanas y de los códigos culturales que promueven el pelo lacio y suelto como el “adecuado” y “bonito”– también existen razones biológicas y muy objetivas que justifican las visitas semanales al salón, una frecuencia que aunque para las dominicanas resulta normal, para ojos extranjeros puede ser insólita.
En el país, “el porcentaje de la población mulata, sector mixto afro-caucásico, asciende a 73%”, superando a países como Brasil, para no ir tan lejos, y Cuba, donde los mulatos constituyen un 39% y un 24.8%. Esto significa que el cabello ni es lacio ni es crespo, sino híbrido, algo que le da características muy particulares. Es en estas características donde surgen entonces los mitos sobre el rechazo del pelo africano”, sostienen los autores, cuando lo cierto es que el pelo híbrido se vuelve más difícil de manejar ante condiciones como el clima, por ejemplo.
En ese contexto, consideran que la estética criolla no debe calificarse de racismo, sino que tiene justificaciones pragmáticas. Juana Ramírez creó una franquicia de salones que opera bajo la etiqueta de “Peluquería Científica”. La estilista, otrora psicóloga industrial, desarrolló un tratamiento que promete reestructurar el cabello procesado para hacerlo lucir completamente lacio o recuperar el rizo natural, en virtud del deseo de la clienta, sin que se vea afectado por el agua o la humedad.
Pero no se trata de un enfoque tradicional. Las mujeres no entran con el pelo crespo y salen con el pelo lacio, sino que se someten a múltiples sesiones hasta lograr los efectos deseados. Asegura que más de 682,000 mujeres se han tratado el cabello mediante este método a través de sus franquicias. “Entendemos que la suplantación del desrizado está en un 70% en la República Dominicana”. Su empresa organiza una encuesta para 2014 en la que espera verificarlo.
“En 2002 replanteamos nuestras hipótesis al descubrir que las mujeres no tenían complejos por su tipo de piel, sino que tenía complejos porque no dominaba su imagen”, sostiene Ramírez.